Alterofobia

Un jocoso presentador de una emisora de radio (pongamos que era RAC-1) declaró que estaba contento de la eliminación copera del Barça porque eso permitió el 6 a 1 del Zaragoza al Madrid. Y el resto de los contertulios reían alborozados mientras sonaban de fondo unas jotas y la narración de los goles maños. Me pareció una falta de respeto. El fútbol se ha convertido en el desprecio al rival, el menoscabo absoluto del "otro". Para muchos aficionados, la derrota del "otro" es más dulce que la propia victoria.

A esa obsesión enfermiza la llamo (perdón por el neologismo) alterofobia, el desprecio por el otro. Esta enfermedad contagiosa tiene al menos cinco síntomas:
  1. El alterofóbico tiende a simplificar al otro y reducirlo a un conjunto de tópicos
  2. El alterofóbico amplifica cualquier crítica que recibe del otro
  3. El alterofóbico, sin embargo, critica sin desmayo al otro y exige el derecho a hacerlo
  4. Los alterofóbicos de uno y otro lado se alimentan y necesitan. Utilizan las mismas armas y, en el fondo, los mismos argumentos
  5. El alterofóbico es enemigo del alterofílico (sin hache). Exige la plena dedicación de "los suyos" en la cruzada contra "los otros". No hay puentes. Capuletos contra Montescos
El principal proceso de hostilidad se genera con el principio de la espiral: "El alterofóbico está convencido de la conspiración de "los otros" contra él y adopta una actitud de resistencia, que es recibida como una agresión por "los otros". Éstos contestan la agresión, lo que permite validar al alterofóbico su impresión del desprecio de los otros. Y, en respuesta, lanza otra ofensiva. Etcétera, etcétera".

La comparación es exagerada, lo sé. Pero las relaciones Cataluña - España empiezan a seguir algunos de estos patrones. En este proceso, la influencia del PP no es poca: su actitud anticatalana no sólo es irresponsable sino también absolutamente falaz. Mienten, y lo saben. Pero también debemos empezar a señalar a los pirómanos que a un lado y otro del Ebro propagan el virus de la alterofobia. Aquéllos que celebran las derrotas ajenas como victorias propias o que convierten en temas de estado la más banal de las disputas. Es la hora de la alterofilia, la de los puentes, la de Romeo y Julieta, vaya.

Comentaris

El Perdíu ha dit…
Don aire, ¿de verdad crees que los 600.000 catalanes que votan al pepé tienen una "actitud anticatalana no sólo es irresponsable sino también absolutamente falaz?."
Repasemos datos. Esquerra, desde que llegó la democracia, ha sido siempre un partido marginal, en consonancia con su ideología fascista de izquierda. En las últimas elecciones, celebradas bajo el trauma de un atentado, Esquerra consiguió su mejor resultado en unas generales (638.902 votos), y el pepé uno de los peores (626.107). No sé porqué esa manía en que uno es un partido irrelevante y el otro es la novia de la fiesta. En las del 2000 es aún más de risa: el pepé sacó cuatro veces más votos que las camisas pardas (768.318 votos frente a 190.292)
En fin, no hay más que leer a los de esquerra para ver quien ejerce, a conciencia, de alterofóbico en Cataluña.
ElSalvament ha dit…
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Donaire ha dit…
Perdiu.
Yo he dicho que hay alterofóbicos a uno y otro lado y que ha llegado el momento de señalarlos con el dedo. Un ejemplo: me dio vergüenza, mucha vergüenza, la actitud de algunos catalanes con el tema de Madrid 2012. Por lo tanto, no excluyo a nadie.
De todas formas, lo del PP no tiene nombre. No hablo del PP catalán. Ojalá en Génova escuchasen más a Piqué, a Vendrell o a López (o a mi buen amigo Llobet). Hablo del PP. Su obsesión anticatalana es hiriente, injusta y empieza a tener tintes de ópera bufa. De verdad. Lo del idioma, lo del Estatut, lo de los papeles... Es una persecución.
El drama es que dentro de dos años las comunidades gobernadas por el PP aprobarán estatutos similiares y no pasará nada.
El PP está azuzando una brecha entre Cataluña y España. No digo que sea el único responsable. Pero debería ser más razonable, más ponderado, más veraz.
Pero no quiero poner el acento en el PP. Sólo quería decir que es muy fácil construir puentes. Que es muy fácil evitar los equívocos. Que es muy fácil lograr una cierta entente allí donde ahora empieza a haber resentimiento. Y mucho más divertido. Ésa es la propuesta.
El Perdíu ha dit…
Don aire, con todo el cariño, voy bastante por Cataluña por temas de trabajo y afectivos, y siempre salgo con la misma sensación; el pensamiento único que imponen los medios en Cataluña (casi todos nacionalistas o filonacionalistas) os llevan a pensar que el resto de españoles estamos pensando todo el día en cómo joderos. Y no es así, en absoluto.
Que un partido defienda que un archivo no debe moverse de donde está no es anticatalán, (quizá la unesco lo sea) como no es antiaragonés que la diputación de lérida no quiera devolver unos cuadros que no son suyos. No confundamos la lucha política con dividir a la gente entre buenos españoles y malos españoles, o buenos y malos catalanes.
Que un partido o un sector defienda que una de las lenguas oficiales de Cataluña está perseguida no es ser anticatalán, igual que durante el franquismo no era ser antiespañol defender el derecho de los ciudadanos a hablar catalán.
En fin, que uno critique ese texto lamentable en forma de Estatuto que habéis aprobado no me convierte en anticalanes por hacerlo. En Telemadrid nunca saldrá un rubianes paniaguado diciendo: ojalá les exploten los cojones a los catalanes, entre la risa cómplice del presentador. Somos muchos los españoles que nos sentimos compatriotas de los catalanes, que nos gusta el catalán y que nos gusta Cataluña, pero que empezamos a estar cansados de esta queja eterna de incomprensión; de este victimismo atroz, de ese aire de superioridad que se gastan las élites catalanas, como si en el resto de España estuvieramos todo el día tumbados al sol o no tuviéramos aún agua corriente en las casas.
En fin, hablando del proyecto del Estatuto, lo de la mención a los derechos históricos es una muestra más del analfabetismo de los políticos en general. Reivindicar eso como fuente de legitimidad es, ni más ni menos, que volver al antiguo régimen, cuando había derechos en función del lugar de nacimiento. Que esto lo reivindique la izquierda es francamente sorprendente...
Enrock ha dit…
En Rajoy ara busca signatures contra l'Estatut inclús a Catalunya i ens diu que fem del català un ús totalitari. Crec recordar que si algun alumne demana fer-ho en castellà, hi han opcions de poder-ho fer (malgrat que és prou incongruent, i més si l'intenció és de voler només incordiar. Les llengües han de ser per enriquir-nos culturalment, no per fronteritzar).
Això de buscar signatures contra l'Estatut ja es pot considerar una acció absolutista i de ser un referent de l'Espanya del franquisme. No ens enganyem, el PP és l'herència franquista i no volem recordar ara la història de la guerra civil. Catalunya i el PSOE no volen tornar amb la mateixa moneda per que això és el què vol que fem el PP, simplement s' obren al diàleg i obren amb paciència sobre aquestes circumstàncies tan crispadores, tot esperant que tothom vegi qui és el dolent de la pel.lícula.
Mikimoss ha dit…
Don aire, el fútbol es la representación de la guerra. ¿Un simple deporte? ¿Como hacer footing? No, no. Los deportes de competición y especialmente el fútbol son una manera de luchar, de sacar lo peor que tenemos dentro pero transmutado en juego. La realidad instintiva (o quizás cultural) que se esconde detrás de esta manufactura deportiva es tan poderosa que hasta el ultra más idiotizado descubre lo que trasciende al jueguecito de la pelotita. Los escudos, las banderas, el escupitajo y el grito. Todo eso no es "producto de los tiempos" o una contaminación advenediza: constituye la esencia del fútbol, lo que la máscara de las normas arbitrales y el malabarismo con la pelotita trata de esconder.

Partiendo de esta realidad cuesta mucho menos entender que los hinchas sean sobre todo anti-otros hinchas. Cuesta mucho menos entender la maniqueización del contrario: luchar contra el demonio no dá cargo de conciencia. Cuesta mucho menos entender la amplificación de los insultos: mientras más felonías existan mayor justificación tendrá la sangría. Cuesta mucho menos entender el cruce de acusaciones: el hincha se erige en salvaguarda de las esencias de su patria y defensor de los que no pueden coger la espada. Cuesta mucho menos entender la estupidización hasta su total anulación de la lógica y de la razón. Cuesta mucho menos entender que no hay soluciones intermedias: el enemigo debe desaparecer de la existencia.

Saludos.
Anònim ha dit…
Interesante la discusión, (tarde he leido el blog) pero mas allà del tema en si: que tal si primero definen Alterofobia? porque creo que ninguno de vosotros se ha hecho cargo del termino en sí. Y la definición del post es tremendamente errada. Suena mas a una heterofobia. Por favor, lean mas sobre sociologia antes de hacer comentarios. Y para que no les queden dudas, Alterofobia, es desprecio por el otro -el diferente a uno mismo-, sin reciprosidad, sin diferenciaciòn racial o etnica, tiene que ver con diferencias culturales o mas bien la falta de cultura y/o educacion del otro. El alterofobico respeta otras culturas, pero desprecia la vulgaridad. Y en el fondo, cualquier persona un poco culta, tiene un poquito de alterofobico...
Anònim ha dit…
Todos los comentarios vienen a reafirmar lo que el autor indica en su principio: la alterofobia que nos gastamos. Justamente estos comentarios ejemplifican paso a paso lo expuesto. Lo mismo es que esa "alterofobia" es consustancial a nuestro país. Lo del eterno cainismo...

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